Irlanda, al igual que su vecina Inglaterra, tiene una cocina compuesta principalmente por platos sencillos pero contundentes, elaborados con ingredientes tan básicos cómo el pescado, la carne, los cereales o las indiscutibles protagonistas en toda mesa irlandesa que se precie, las patatas.
El aprecio (o casi podríamos decir adoración) que los irlandeses profesan a este nutritivo tubérculo tiene una raíz histórica. Entre los años 1846 y 1851 una época de desoladora precariedad, conocida cómo La Gran Hambruna Irlandesa, afectó a millones de personas de varias capas sociales, como siempre especialmente a las más bajas.
Durante estos años miles de irlandeses murieron por desnutrición a causa de la escasez de alimentos, en especial de algo tan básico para ellos cómo la patata, afectada por un arrasador hongo que echaba a perder las cosechas. Pocos años después de su llegada al país procedente de América se había convertido en el producto agrícola número uno, gracias en gran parte a lo adecuado del clima irlandés respecto a su cultivo, con lo que multitud de familias dependían del producto tanto económica cómo alimentariamente.
Años después los irlandeses volvieron a poder disfrutar del apreciado tubérculo y su protagonismo se ha hace patente en la gran mayoría de platos tradicionales. Un buen ejemplo de ello serían los potato farls o potato cakes, un acompañamiento a medio camino entre el pan y nuestra tortilla de patatas a base de puré de patatas, harina, mantequilla y sal. Suele ser un componente habitual en el tradicional Irish Breakfast, similar al desayuno inglés pero con algunas diferencias.
Los huevos, el bacon y las salchichas serían elementos comunes, pero el black pudding (parecido a nuestra morcilla) y el white pudding (similar a nuestra butifarra blanca) son embutidos más característicos de la variante irlandesa. En lugar de las baked beans inglesas aquí es más normal que nos encontremos con los potato farls, y las tostadas de pan de molde tendrían su sustitutivo irlandés en el pan de soda, o soda farl, elaborado con bicarbonato en lugar de levadura y acompañamiento principal de la mayoría de comidas, no sólo del desayuno. Los tomates, champiñones u otras hortalizas son opcionales.
Una variante de este desayuno, servido mayormente cómo cena o incluso cómo merienda es el Ulster Fry (algo así cómo fritura del Ulster), un plato combinado típico de la provincia histórica de Irlanda del Norte a la que su nombre hace referencia. Como es de suponer todos los ingredientes que lo componen están fritos: huevos, bacon, salchichas, pan de soda, potato farls y tomates. Cómo veis una de las pocas diferencias respecto al desayuno es el momento del día en que suele comerse.
Hasta aquí la parte “ligerita” del tema. En un próximo artículo entraremos en materia con comidas principales, bebidas típicas y postres.
El aprecio (o casi podríamos decir adoración) que los irlandeses profesan a este nutritivo tubérculo tiene una raíz histórica. Entre los años 1846 y 1851 una época de desoladora precariedad, conocida cómo La Gran Hambruna Irlandesa, afectó a millones de personas de varias capas sociales, como siempre especialmente a las más bajas.
Durante estos años miles de irlandeses murieron por desnutrición a causa de la escasez de alimentos, en especial de algo tan básico para ellos cómo la patata, afectada por un arrasador hongo que echaba a perder las cosechas. Pocos años después de su llegada al país procedente de América se había convertido en el producto agrícola número uno, gracias en gran parte a lo adecuado del clima irlandés respecto a su cultivo, con lo que multitud de familias dependían del producto tanto económica cómo alimentariamente.
Años después los irlandeses volvieron a poder disfrutar del apreciado tubérculo y su protagonismo se ha hace patente en la gran mayoría de platos tradicionales. Un buen ejemplo de ello serían los potato farls o potato cakes, un acompañamiento a medio camino entre el pan y nuestra tortilla de patatas a base de puré de patatas, harina, mantequilla y sal. Suele ser un componente habitual en el tradicional Irish Breakfast, similar al desayuno inglés pero con algunas diferencias.
Los huevos, el bacon y las salchichas serían elementos comunes, pero el black pudding (parecido a nuestra morcilla) y el white pudding (similar a nuestra butifarra blanca) son embutidos más característicos de la variante irlandesa. En lugar de las baked beans inglesas aquí es más normal que nos encontremos con los potato farls, y las tostadas de pan de molde tendrían su sustitutivo irlandés en el pan de soda, o soda farl, elaborado con bicarbonato en lugar de levadura y acompañamiento principal de la mayoría de comidas, no sólo del desayuno. Los tomates, champiñones u otras hortalizas son opcionales.
Una variante de este desayuno, servido mayormente cómo cena o incluso cómo merienda es el Ulster Fry (algo así cómo fritura del Ulster), un plato combinado típico de la provincia histórica de Irlanda del Norte a la que su nombre hace referencia. Como es de suponer todos los ingredientes que lo componen están fritos: huevos, bacon, salchichas, pan de soda, potato farls y tomates. Cómo veis una de las pocas diferencias respecto al desayuno es el momento del día en que suele comerse.
Hasta aquí la parte “ligerita” del tema. En un próximo artículo entraremos en materia con comidas principales, bebidas típicas y postres.
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